- por Michaela Cordes
¡Vibraciones positivas!

Edición
02/23
Fotografía
seaside-hotels.com
De las aguas del océano Índico emerge Finolhu, un resort de cinco estrellas en un entorno de sosiego absoluto. Forma parte de la Seaside Collection y es el primer hotel de las Maldivas bajo gestión alemana.
Sumergirse en un mundo de colores luminosos y bucear entre mantarrayas y delfines: el resort en el atolón Baa es la perla tropical en el portfolio del grupo hotelero Seaside, fundado en los años setenta por Theo Gerlach. Hoy, su hijo, Gregor, dirige la empresa junto con su hermana. Nos reunimos con él en la sede de la empresa, en Hamburgo.
¿Cómo consigue un hotelero europeo hacerse con un proyecto así en las Maldivas?
Estábamos buscando activamente, ya que llevábamos casi veinte años sin abrir un hotel. El último fue el Side de Hamburgo, en 2001. Nuestros criterios eran claros: queríamos atraer al mayor número posible de europeos, porque es la clientela que mejor conocemos. Y buscábamos un destino donde la temporada alta fuera en invierno. Empezamos haciendo prospecciones en Marruecos y Venecia, luego ampliamos nuestro campo de acción y nos enamoramos hasta la médula de las Maldivas.
¿Ya había estado allí?
No. Y antes de ir allí por primera vez, le dije a mi mujer: «Seguro que en esas islas te aburres. ¿Qué haces allí después de tres días?». Luego, en 2018, justo antes de Navidad, nos enteramos de que este hotel en el atolón de Baa estaba en venta. Solo teníamos unos días para lanzar una oferta. Así que el 22 de diciembre cogí un avión con mi padre y nos plantamos allí. Nos quedamos 24 horas. Mi padre acababa de cumplir noventa años. Nos enamoramos al instante de esta isla tan especial, con su hermosa laguna y sus playas kilométricas. En marzo de 2019 firmamos y en mayo asumimos la dirección del hotel.
Un año después llegó la pandemia. ¿Cómo aprovechó esa época de inactividad?
Dedicamos casi todo el año 2020 a la modernización, el timing era perfecto. El hotel existía desde hacía dos años, pero no iba bien, se había terminado con cierta prisa. Trabajamos con un interiorista londinense que nos dijo: «Vamos a añadir algo de amor y lujo». Los hoteles clásicos de las Maldivas tienen un mobiliario bastante pesado y de madera oscura. Nosotros, en cambio, apostamos por la alegría, el color, siguiendo la visión europea de cómo uno quiere sentirse en vacaciones.
O sea, un toque mediterráneo...
La verdad es que no. Queríamos adaptarnos al contexto local: ambiente de Robinson Crusoe, descalzos, relajados, al aire libre. Pero desde un punto de vista europeo. Lo mismo ocurre con la comida: la gente quiere comer cocina asiática, pero no patas de pollo. Y picante, pero no demasiado. Estoy muy lejos de servir chucrut en las Maldivas, pero revisamos la cocina local para adecuarla al paladar de nuestros huéspedes: picante sí, pero sin pasarse.

En Fin de Año estaba todo completo. Parece que su concepto funciona, ¿no?
Conseguimos fidelizar a nuestros clientes alemanes y tenemos la suerte de que muchas agencias de viaje nos recomienden.
¿Agencias de viaje? ¿Siguen siendo relevantes?
Los turistas rara vez gastan tanto dinero en booking.com. La mayoría de las veces, recurren a una agencia para este tipo de viajes. Y cuando se trata de un destino tan lejano como este, enviar a sus clientes allí se convierte en una cuestión de confianza. Tenemos muchos más clientes europeos que la mayoría de los hoteles de las Maldivas, sobre todo alemanes e ingleses. Antes de la guerra teníamos ucranianos y rusos, ahora menos. También los estadounidenses nos visitan a menudo.
Les sobra espacio…
Finolhu está formado por cuatro islas. Dependiendo de la temporada, se camina de una isla a otra, cruzando los bancos de arena, o se coge un barco. La isla número uno alberga 125 villas, tres restaurantes y el spa. En la isla número dos está nuestro restaurante Crab Shack. Las islas tres y cuatro no se utilizan actualmente, pero pronto empezaremos con las primeras construcciones, un gran proyecto. En la isla número tres habrá siete villas hiperexclusivas, con precios a partir de 5000 euros la noche. En la isla número cuatro habrá una única villa, disponible desde 20 000 euros por noche, con una superficie de 1000 m2, sauna, sala de cine y una cocina para show cooking.
¿Y confía en encontrar suficientes clientes que puedan permitirse semejante lujo?
Sí, es una inversión muy meditada. Hemos comprobado que, de nuestras suites existentes, las más grandes siempre están ocupadas, lo que nos demuestra que la demanda es especialmente alta. Lo que podemos ofrecer en estas dos islas es muy singular: un aislamiento total del que podrá salir en cualquier momento si se cansa de él. Solo tiene que llamar al mayordomo y él le llevará en barco a la isla principal, donde hayuna pista de tenis, un gran spa y varios restaurantes. También hay una bióloga marina que acompaña a los niños haciendo esnórquel.

¿Cómo se gestiona un proyecto tan lejos de la sede central?
Finolhu me ha convertido en un asiduo usuario de WhatsApp. Por supuesto, también envío una serie de correos electrónicos todos los días. Por lo demás, voy cada dos meses. Allí se encuentra el director general, pero seguimos estando muy presentes.
Entonces, ¿está al tanto de los manteles que se ponen en las mesas, no?
¡¡No lo dude!! (Se ríe)! De hecho, los elegimos aquí en Hamburgo. Además, cuando presentamos nuevos platos, siempre hacemos una cena de degustación, asignando puntuaciones del uno al diez. Para aprobar, un plato debe obtener al menos ocho puntos. A veces me encargo yo, a veces mi hermana. Incluso una vez intentamos proceder sin que ninguno de nosotros estuviera presente, pero no funcionó, porque los asiáticos nunca conceden menos de ocho puntos. Yo no cuestiono jamás el juicio de mi hermana. En la familia es diferente, nos conocemos muy bien. Al fin y al cabo, para ambos está en juego nuestro dinero.
Su padre fundó la empresa en los años setenta. Hoy les pertenece a usted y a su hermana a partes iguales. ¿Cómo fue el traspaso?
Como suele ocurrir con los padres, el proceso fue bastante largo y tortuoso. (Se ríe.) Pero, sí, funcionó bien. Digamos que tenemos la suerte de realizar diversas actividades en distintos lugares. Podemos quitarnos de en medio fácilmente. Luego nos reunimos para hacer cosas juntos. No estamos todos los días codo con codo. Pero nos comunicamos. Entre mi hermana y yo nunca hemos formalizado el reparto de tareas. Cada uno trabaja donde está. Mi hermana está más en Gran Canaria y yo más en Alemania. Para las Maldivas nos repartimos el trabajo.
Usted se crio en el mundo de la hostelería. ¿Ha pensado seriamente alguna vez en hacer algo distinto?
Trabajé unos años para McKinsey. Pero llevar las riendas de tu propia empresa es algo muy distinto. Ahora mismo, mi hermana y yo estamos entrando en el mercado de los cruceros. Acabamos de fundar Riverside Luxury Cruises, un proyecto que iniciaremos con cinco exclusivas naves de crucero. En abril comenzarán nuestros primeros viajes por el Rin, el Ródano y el Danubio.


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