- 5 min leer
- por Steffi Kammerer
De los Alpes a la sabana
El Gmundner Lodge
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Edición
01/24
Ubicación
Namibia
Fotografía
Gmundner Lodge
Fascinado por la belleza salvaje de Namibia, un productor de cerámica austriaco emprende nuevas aventuras. El Gmundner Lodge, cerca de Windhoek, es ecológico y sostenible hasta el último detalle.
Regresó una y otra vez durante más de 20 años, atraído por los espectaculares paisajes y la amabilidad de sus gentes. Aquí se sentía libre. Una libertad que echó mucho de menos durante el confinamiento del primer año de la pandemia. Fue entonces cuando Markus Friesacher dio un salto de fe empresarial y decidió abrir un lodge en Namibia.
Friesacher, antiguo piloto de carreras de coches, no es una persona que titubee durante mucho tiempo. En febrero de 2021 voló a Namibia en busca de un gestor, alguien que pudiera planificar y coordinar el proyecto in situ. El sector de la hostelería no le era del todo ajeno, ya que procedía de una familia de hoteleros. El hombre que le recomendaron fue Pierre Germishuizen, de 33 años, que había regentado su propio alojamiento hasta poco antes. En su primera reunión, Pierre tardó solo diez minutos en conseguir el trabajo. Friesacher ni siquiera quiso ver el currículum de su futuro gerente.

Pronto encontraron el terreno adecuado, a una buena media hora en coche de Windhoek: seis mil hectáreas de terreno en las que apenas quedaba una vieja granja, construida cien años atrás por colonos alemanes. Todo lo demás sucedió rápidamente: las obras comenzaron en junio de 2021 y, seis meses después, se habían terminado 48 edificios, justo a tiempo para que Friesacher pasara sus primeras Navidades en el lodge. En otoño de 2022, el Gmundner Lodge abrió oficialmente sus puertas, presentando unas habitaciones que parecen sacadas de una novela de Karen Blixen.
El corazón del complejo lo ocupa un bar redondo con paneles de cuero y vistas a la sabana. Está enmarcado por muebles de madera, sillones de piel y objetos decorativos, como antiguos telescopios y globos terráqueos
Varios edificios independientes albergan un total de doce elegantes y espaciosas suites, decoradas con sofisticados detalles. Así, cada terraza cuenta con una bañera exenta, desde la que se puede disfrutar de un magnífico cielo estrellado, descansando de todas las actividades que ofrece el lodge: paseos a caballo, salidas en motos de cross eléctricas, vuelos panorámicos en helicóptero, tiro con arco largo y, por supuesto, safaris, que resultan especialmente cómodos porque se organizan dentro del propio e inmenso recinto del resort.


Con un poco de suerte, basta con asomarse a la ventana para observar de cerca kudús y otros antílopes, así como cebras y jirafas. Los leones no pueden acercarse tanto, porque su territorio está cercado por diversas vallas.
Varios centenares de animales salvajes habitan actualmente la propiedad, y está previsto que su número aumente a 1000 o incluso 1500 ejemplares. Pierre los adquiere en subastas especiales. «Todos vivían aquí hace cien años —explica—. Los ganaderos los ahuyentaron porque se comían la hierba destinada al ganado. Ahora los devolvemos a su hábitat natural». No se alimenta a los animales, ya que esto interferiría en el ecosistema. «Solo necesitan agua y pasto», explica Pierre.
Para los huéspedes, el lodge organiza todas las actividades imaginables, desde un aperitivo al atardecer en la cima de la montaña más alta de la zona hasta un vuelo sobre el desierto en globo aerostático. También forma parte de la oferta un taller de alfarería con horno, una propuesta estrechamente ligada a la personalidad de Markus Friesacher.
Tres años antes de abrir el lodge, se convirtió en propietario de la mayor fábrica de cerámica de Europa central: la Gmundner Keramik, con más de 530 años de actividad en los Alpes austriacos. De Namibia recibió la inspiración para dos nuevas colecciones: Afrika y San. La serie San tiene su origen en un proyecto de ayuda a mujeres artistas indígenas; la serie Afrika, caracterizada por diseños en colores tierra, es un homenaje a Namibia. Siguiendo la tradición, estas piezas de cerámica de Gmundner también se fabrican a mano; cada una de ellas requiere sesenta movimientos.


Huelga decir que aquí no se sirve Moët & Chandon ni Veuve Clicquot, sino bebidas del entorno más próximo. El lodge gestiona una granja con cerdos, vacas y gallinas; no solo se comen huevos frescos, sino también mantequilla y queso caseros. El menú cambia a diario; tanto para los huéspedes como para los empleados, se cocina lo que la tierra ofrece en cada momento. El Gmundner Lodge cuenta con cincuenta trabajadores locales y ha creado una escuela para sus hijos.
«No existe un lodge comparable en toda Namibia», afirma Friesacher. Ninguno que funcione según criterios igual de ecológicos, con una cocina de kilómetro cero. «Además, colaboramos con contratistas locales, utilizando materiales de construcción en armonía con la naturaleza circundante». El lodge solo consume energía solar, el agua procede de un pozo del terreno.
En cuanto a otras estrategias para el futuro, Friesacher se muestra optimista, aunque sin revelar demasiado: «De momento, estamos totalmente absortos en el desarrollo y la gestión del Gmundner Lodge. Los planes futuros, para la construcción de otros alojamientos, no son tangibles por el momento, pero es una idea que no descartaría por completo».
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