Comprar una vivienda es una de las decisiones de consumo más importantes que una persona puede tomar a lo largo de su vida. El importe de la inversión, las condiciones de la financiación (si la hubiera) y la circunstancia de quedar vinculado con un bien raíz, explican por qué este paso debe ser largamente meditado por parte de los compradores. Pero, una vez se ha tomado la decisión de comprar una casa, ¿qué pasos conviene seguir y qué tipos de contratos pueden firmarse?
Adquirir una vivienda es una de las dos grandes alternativas que puede plantearse cualquier usuario que desee comenzar a vivir en una nueva propiedad. La principal ventaja respecto al alquiler es que los compradores tienen la certeza de que todos los recursos económicos que se destinen a tal efecto repercutirán tarde o temprano en su propio beneficio. Así, el pago de la hipoteca acerca la plena posesión del inmueble (a diferencia del pago de un alquiler), mientras que las obras y mejoras introducidas aumentarán su valor.
La ubicación es uno de los aspectos que más influyen en la calidad de vida de los propietarios de una casa. Es muy importante que la casa esté localizada en un entorno que responda a las preferencias de los compradores y no se rija exclusivamente por factores como el precio. Ligado a lo anterior, las prestaciones del inmueble y los servicios de la comunidad (piscina, jardín, terraza, piso interior...) tampoco pueden pasarse por alto. Todo ello queda circunscrito, lógicamente, a un rango de precios previamente definido.
En la actualidad, es bastante sencillo conseguir información sobre una propiedad y su entorno. Sin embargo, para conocer en detalle cuestiones tan relevantes como las características del ambiente urbano, las conexiones con las principales redes de transporte o la situación exacta del inmueble, es altamente recomendable contar con el asesoramiento de un consultor inmobiliario especializado en la zona en cuestión.
Llegado el momento de visitar la casa, el comprador tiene que aprovechar este recorrido para observar todos aquellos elementos que pueden influir en su día a día para bien o para mal. Prestar atención al ruido ambiental, comprobar qué muros son de carga y cuales pueden suprimirse (con vistas a futuras reformas), cerciorarse de si asoman detalles de humedades en algún punto del inmueble o evaluar el estado del mobiliario, son algunas de estas comprobaciones rutinarias. Tampoco conviene olvidarse de inspeccionar el entorno desde las ventanas.
Una vez se ha adoptado la resolución de invertir en una vivienda, llega el momento de escoger el modelo de contrato de compraventa que mejor responda a las necesidades del comprador.
Es el contrato más usual pero hay que tener presente que este documento no resulta obligatoria, sencillamente es una garantía para las partes de los términos en que se va a cerrar la operación. Por lo demás, este contrato incluye la fecha, la identidad del comprador y del vendedor así como del resto de intervinientes, la regulación/normativa aplicable, información básica sobre el inmueble (referencia catastral, descripción registral, cargas...), el objeto de la compraventa, la forma y los términos del pago y una serie de cláusulas que las partes estimen oportunas (causas de la resolución del contrato, otros gastos...).
Sobre la base anterior, algunos contratos pueden incluir un anticipo económico a modo de señal, siendo también conocido como precontrato por ser el documento previo a la firma del contrato de compraventa definitivo. Dependiendo de las características de las arras, estas pueden ser confirmatorias, penitenciales o penales.
Es un tipo de contrato muy específico pero que resulta cada vez más habitual. Algunos compradores optan inicialmente por un régimen de alquiler pero mantienen abierta la posibilidad de adquirir definitivamente el inmueble en algún momento. Este contrato comprende, por tanto, los plazos y las condiciones para que el arrendatario asuma la propiedad de la vivienda.
Horario
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