Engel & Völkers
  • por Michaela Cordes

Arnold Schwarzenegger

¡Sueña en grande!

Fotografía de: Max Aguilera-Hellweg, 1975 / Taschen
  • Edición

    01/24

  • Ubicación

    USA

  • Fotografía

    Taschen

Campeón del mundo de culturismo, estrella de Hollywood mejor pagada y exgobernador de California: Arnold Schwarzenegger es un fuera de serie. Para el libro Arnold, la autora Dian Hanson le siguió de cerca durante diez años. En esta edición de GG, no solo cuenta la historia de un megaproyecto editorial, sino también la de una amistad.

Todo comenzó en 2012 con un correo electrónico de Benedikt Taschen, el fundador de la editorial TASCHEN, mi jefe. En él me pidió que quedáramos ese mismo día en el rooftop de su librería en Beverly Hills, sin desvelarme el motivo. Cuando llegué y tomamos asiento, vi en su mirada que estaba tramando algo. La sorpresa no tardaría en aparecer: ¡Arnold Schwarzenegger en persona!

El gran hombre se sentó a mi lado, mientras Benedikt comenzó a explicarme sus intenciones: pretendía publicar un gran volumen ilustrado sobre la vida de Arnold y sus distintas trayectorias profesionales.

Al principio me sorprendió que me hubieran elegido a mí para escribir este libro, pero en el fondo era bastante lógico, ya que Benedikt sabía que yo llevaba treinta años entrenando con pesas. Lo que ignoraba era que fue el propio Arnold quien despertó mi interés por el culturismo.

Por aquel entonces —corría el año 1981 y yo trabajaba para la revista OUI—, propuse un reportaje sobre Mr. Olympia, un evento internacional de culturismo, consciente de la gran implicación de Arnold en este contexto. En 1977, el estreno de su documental Pumping Iron había despertado un enorme interés por los músculos y el fitness. Los hombres imitaban a Arnold y las mujeres estaban fascinadas por él. Aún recuerdo con nitidez cómo me abrí paso entre la multitud para hacerme una foto con esta estrella. Era educado, aunque no precisamente entusiasta, pero tenía un gran carisma y una sonrisa amable. Lo que más me impresionó, al verle de cerca, fue su piel inmaculada, ¡la piel más perfecta que jamás había visto en un cuerpo masculino! Yo me encontraba a punto de cumplir los treinta y estaba decidida a probar si este extraordinario efecto del culturismo sobre un cuerpo podía reproducirse. De vuelta en Nueva York, me apunté a un gimnasio de culturismo femenino. Desde entonces no he dejado de entrenar.

En los siguientes años observé cómo despegaba la carrera de Arnold como actor. Vi Conan, el Bárbaro y sus películas de Terminator, como casi todo el mundo, pero lo que me pareció más significativo fue lo que consiguió hacer por el fitness. Como mujer joven que vivía en Nueva York, a menudo me sentía vulnerable, pero a medida que mi masa muscular aumentaba, también lo hacía mi autoestima, tanto física como psicológica. Una noche, mientras paseaba por la ciudad, oí a dos hombres detrás de mí, evidentemente a punto de atacarme. Hasta que uno de ellos dijo: «¡Olvídalo! Mira qué músculos tiene. ¡Nos va a machacar!». Arnold me salvó enseñándome a salvarme a mí misma. En una de nuestras primeras entrevistas para el libro, me contó que su objetivo siempre había sido crear un mundo en el que hubiera más gimnasios que supermercados, una meta que casi ha conseguido.

«Me encanta rodar spots publicitarios en Japón », dice Schwarzenegger. Esta danza con teteras para Nissin Cup Noodles se remonta a 1989. Tamotsu Fujii, 1989 / TASCHEN

Tardó más en convencer a Hollywood que al gran público. Al principio le decían: «Ya nadie se interesa por los músculos; esta era terminó con John Wayne. Ahora los hombres se definen por el intelecto y la sensibilidad». No podían ver más allá de los músculos —y del marcado acento austriaco— para darse cuenta de que Arnold también tenía intelecto.

Pero volvamos a nuestro encuentro en la azotea. Se decidió empezar a trabajar en el libro un año más tarde, ya que en aquel momento Arnold estaba escribiendo su autobiografía, pero yo no quería esperar tanto y me lancé, nada más volver a la oficina, a la búsqueda de imágenes. Recopilé todas las revistas que habían cubierto de alguna manera el fenómeno Arnold Schwarzenegger. Once meses después, nos reunimos en su casa para una primera entrevista.

Un asistente me hizo pasar a la vez que me advirtió de que Arnold no disponía de mucho tiempo, solo unas horas. Pero nada más entrar, el actor empezó a contarme muchas historias. Es un brillante narrador e intérprete, siempre atento a la puesta en escena de su discurso, con efectos de sonido y una buena dosis de humor incluidos. Sus asistentes le interrumpían a menudo mirando el reloj y diciendo: «¡Arnold, tenemos que irnos!». Él los despachaba con un gesto —todavía no— y reanudaba el relato. Al final, cuando me levanté, me di cuenta de que llevábamos hablando cinco horas.

En los diez años de nuestra colaboración, Arnold me fue contando los detalles de sus triunfos, revelando con el tiempo también las dificultades que vivió durante su infancia. Una experiencia dolorosa, compartida con el gran público en el documental Arnold, producido por Netflix: desde ser el segundo de dos hermanos, nacido al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando nadie en Austria podía permitirse un segundo hijo, hasta recordar la sensación de crecer en un pueblo donde todos parecían derrotados y desesperanzados. Dijo que nunca había encajado en todo aquello, que siempre había anhelado algo más grande. Su hermano mayor era el preferido de su padre, y con el poco dinero que la familia conseguía ahorrar, en Navidad le compraban un juguete nuevo a su primogénito, mientras que Arnold recibía el usado y roto del año anterior. No disponían de agua corriente en casa y tenían que ir a buscarla para llenar el barreño que había en medio de la cocina para el baño semanal. Todos se lavaban con la misma agua: primero la madre, luego el padre, después el hermano mayor y por último Arnold.

El equipo de rodaje de "Conan el Bárbaro" en 1983, preparándose para filmar la escena de la crucifixión de Conan. Foto: Bob Penn/Cortesía de Universal Studio Licensing LLC., 1983 / Taschen

Hoy, Arnold habla abiertamente del hecho de que su padre a menudo llegaba a casa borracho; un hombre difícil de complacer; y de que sus padres nunca asistieron a ninguna de sus competiciones de culturismo. Habla menos de su madre, aunque ella era el eje que mantenía unida a la familia. En los difíciles años de la posguerra iba de granja en granja mendigando comida para sus hijos. Para Arnold, su madre fue el pilar de su existencia, la inspiración de su fortaleza. Pensamos en Arnold Schwarzenegger como una figura hipermasculina, pero a lo largo de su vida siempre se ha rodeado de mujeres fuertes. En una de sus primeras entrevistas para una revista, declaró: «La mujer que en una escala del uno al diez para mí es un diez puede ser un cinco para otro hombre, —y añadió a modo de explicación—, porque lo que más me atrae de una mujer es su inteligencia y lo que puedo aprender de ella. Su aspecto es secundario».

En su etapa como gobernador, nombró a más mujeres en su gabinete que ninguno de sus predecesores al frente de California. Eran mujeres con un carácter fuerte, similar al suyo, sobre todo personas capaces de trabajar duro, sin perder la capacidad de bromear y charlar. Así, Arnold sorprendió a todos cuando eligió a Susan Kennedy (sin parentesco con su esposa Maria Shriver, sobrina de J.F. Kennedy) como jefa de gabinete. Miembro del Partido Demócrata, era dura, abiertamente lesbiana y capaz de intimidar a la mayoría de los miembros masculinos del gobierno. Para Arnold, la persona adecuada a su lado, tratada como una igual. A pesar de pertenecer a partidos políticos diferentes, consiguieron establecer una relación de respeto mutuo, luchando codo con codo para resolver los problemas del estado. Además, fumaban puros juntos, ¡un aspecto muy importante!

Su exesposa, Maria, también es una mujer fuerte, como Heather Milligan, su pareja desde hace muchos años, una fisioterapeuta de éxito con consulta propia, independiente, desde luego no un trofeo de Hollywood.

Este trasfondo nos ayudó a hacernos amigos muy rápidamente. Durante la primera y larga entrevista en su casa nos reímos y bromeamos mucho y después de la segunda entrevista me dijo: «Dian, aparte de las entrevistas, también puedes venir a verme para pasar un rato juntos». No podía imaginarme un cumplido mejor por su parte.

Y la segunda vez que me sentí realmente halagada por él fue cuando presentó el fabuloso libro de Taschen ante un público de mil personas en el Geffen Theater —el recinto más grande, suntuoso y bello de Los Ángeles—, en el Academy Museum of Motion Pictures. Justo antes de salir al escenario, Arnold me dijo: «No me he preparado nada. Tú me conoces mejor que nadie, mejor que yo mismo. Puedo hablar, pero tú me guiarás hacia los temas que te parezcan interesantes». Heather, que estaba sentada a su lado, se rio: «Para Arnold, ser guiado por un grupo de mujeres es el colmo de la felicidad». Nuestro miedo escénico desapareció. Sobre el escenario, charlamos y bromeamos como solemos hacer cuando estamos en su casa, y en lugar de una entrevista formal, el público pudo disfrutar de una experiencia muy personal.

De Austria a Washington, D. C.: Arnold Schwarzenegger frente al Lincoln Memorial en 2009. Fotografía: Peter Grigsby, 2009 / Taschen

Arnold tenía razón cuando decía que yo le conocía mejor que nadie. Con los años, me he convertido en una experta en la materia, leyendo todas sus entrevistas, remontándome a sus comienzos, allá por 1967. Como sabe cualquier editor, hay libros en los que, a medida que vas conociendo más y mejor a tu personaje, este acaba gustándote cada vez menos. Con el proyecto Arnold, fue al revés. Cuanto más aprendía sobre él, más apreciaba al hombre que era y lo que había conseguido.

Sus rasgos más bellos son su franqueza, su autoconocimiento y su capacidad de introspección. No tiene miedo de examinar cada parte de sí mismo, aunque admite que no le hace demasiada gracia detenerse en sus abdominales a los 76 años, un aspecto que a mis 71 años comprendo muy bien. La mayor vulnerabilidad de Arnold es de carácter físico: su talón de Aquiles es un defecto cardíaco congénito. Hasta la fecha, se ha sometido a tres operaciones a corazón abierto para sustituir válvulas cardíacas deficientes: una en 1997, seguida de otras dos en 2018 y 2020. A muchos les gusta asociar este tipo de problemas con el consumo de esteroides generalizado entre los culturistas, pero el mismo defecto cardíaco ya mató a su abuela y a su madre. Tras su primera operación, Arnold intentó convencer a su madre para que también se operara. Por desgracia, ella se negó y murió un año después. El hecho de saber que tendrá que someterse a más operaciones, ya que las válvulas de su corazón deben sustituirse cada diez años, le hace ser consciente de su mortalidad y le anima a disfrutar de cada momento de la vida.

Arnold sabe disfrutar del presente; es una persona muy positiva. Sin embargo, admite que al principio, tras su llegada a los Estados Unidos, pensaba sobre todo en sí mismo y en cómo alcanzar sus objetivos. Eso cambió a los treinta años, cuando empezó a emplear su fuerza en ayudar a los menos afortunados.Tras rodar Pumping Iron, Arnold fue invitado por la Universidad de Wisconsin para enseñar a personas con trastornos cognitivos los fundamentos del entrenamiento de fuerza, con el objetivo de mejorar su salud y aumentar su autoestima. Cuenta que, tras una larga e intensa jornada de trabajo, experimentó una sensación que nunca antes había vivido, una alegría desconocida: la alegría de ayudar a los demás.

Schwarzenegger en el gimnasio privado de su casa con la edición Capitello del libro Arnold. El tomo I se presenta en un atril hecho a medida por el fabricante de muebles Gufram, una imitación en miniatura del sillón Capitello. Fotografía: Michael Muller, 2023 / Taschen

Empezó a trabajar con las Special Olympics —una institución internacional que organiza eventos deportivos con personas que presentan discapacidad intelectual— y, en 1990, su amigo y expresidente de los Estados Unidos George Bush padre le nombró director del Consejo Presidencial de Fitness y Deportes. En el libro aparece una fotografía de Arnold Schwarzenegger en una prisión impartiendo clases de musculación a los presos: había oído que los reclusos acostumbrados a entrenar regularmente con pesas mostraban un mejor comportamiento. Aún hoy, cada Día de Acción de Gracias, carga un camión entero de pavos y los distribuye en un centro juvenil de Los Ángeles. En Navidad, vuelve con más regalos. Está convencido de que ha recibido tantas cosas buenas en la vida que debe devolverlas en igual medida.

Esto me hace recordar dos grandes ideas erróneas sobre Arnold Schwarzenegger que escuché repetidamente mientras trabajaba en el libro. La primera: que era un machista de carácter egocéntrico. Por supuesto, a primera vista puede parecerlo, eso es lo que se percibe por su aspecto físico. Pero cuanto más le conocía, más me daba cuenta de la ironía hacia su propia persona, de su capacidad de autocrítica y de reírse de sí mismo y de su incesante empeño en mejorar día tras día. Eso es lo que le llevó a la cima. Se convirtió en el mejor culturista del mundo porque, por maravilloso que fuera su cuerpo, cuando se miraba al espejo siempre veía imperfecciones que quería corregir. Nunca en su trayectoria como culturista, como actor o como político pensó que era el mejor o que lo sabía todo. Siempre tuvo la sensación de que aún podía evolucionar, marcándose nuevos retos una y otra vez.

El segundo concepto erróneo concierne a su actividad política. Él es republicano y ganó dos veces las elecciones a gobernador con este partido. De ahí que muchos le consideren un conservador empedernido. Otros dicen que su discurso actual se parece mucho más al de un demócrata. En realidad, es un auténtico centrista, alguien que ve lo bueno y lo malo en ambos bandos y se niega a seguir la línea del partido. Me lo explicó de esta manera: «Soy estadounidense, pero antes de serlo era austriaco y en muchos aspectos sigo siendo austriaco». Procede de una cultura que se toma muy en serio la protección del medio ambiente y los recursos naturales, un país que considera un hecho el derecho humano a la asistencia sanitaria, donde existe un sistema social capaz de apoyar a la parte más desfavorecida de la sociedad. Todas estas influencias siguen moldeando sus acciones y su pensamiento.

Arnold Schwarzenegger fotografiado para el New York Times en 2021 en su casa con su burra en miniatura Lulu. Fotografía: Tracy Nguyen, 2021 / Taschen

A día de hoy, Arnold está plenamente involucrado en la política. Le pregunté por qué nunca aspiró a otros cargos políticos una vez finalizado su mandato como gobernador. Su respuesta fue la siguiente: «Mucha gente se mete en política porque realmente quiere servir a la comunidad para mejorar la vida de las personas. Pero luego, cuando han alcanzado una determinada posición, se dan cuenta de hasta qué punto el cargo político mejora sus vidas y cuánto pueden hacer con ese poder. Se vuelven adictos a él y ya no pueden dar marcha atrás. Hacen cualquier cosa para ser reelegidos. Eso no era lo que yo quería». En su lugar, Arnold busca soluciones a los problemas del mundo a través del Instituto Arnold Schwarzenegger de Política Estatal y Global, la Schwarzenegger Climate Initiative y, más recientemente, la creación de vídeos que abordan cuestiones globales y se dirigen directamente al público: en YouTube, X (antes Twitter) e Instagram, donde tiene más seguidores que el actual presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, que su predecesor, Donald Trump, y que prácticamente todos los jefes de Estado del mundo.

Como no podía ser de otra manera, Arnold sigue haciendo películas. A sus 76 años, dirige una exitosa serie de acción en Netflix, organiza competiciones de culturismo y deportes en todo el mundo, y ahora me propone que trabajemos en un libro sobre puros. Se podría pensar que todo esto sería más que suficiente para ocupar plenamiente su tiempo, pero las raíces austriacas de Terminator piden aún más.

Arnold Schwarzenegger conserva el amor de un chico de campo por los animales. Aunque vive en una zona exclusiva de Los Ángeles, sigue manteniendo una granja en miniatura en las inmediaciones. En la actualidad, posee un caballo enano llamado Whiskey, la burra sarda Lulu y, desde hace poco, también un cerdito llamado Schnelly (veloz en alemán), porque corre muy rápido. El campeón de culturismo, estrella de Hollywood, exgobernador de una de las economías mundiales más relevantes y destacado activista por el clima, se levanta todas las mañanas al alba para ocuparse de los animales. Después de limpiar los establos, los lleva a jugar al prado, manteniendo la puerta de la cocina abierta para poder compartir con ellos su desayuno de galletas de avena recién horneadas.

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