Engel & Völkers
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  • por Michaela Cordes

Grandes Toscanos

La empresa de vino Marchesi Antinori

Fotografía de: Mattia Zoppellaro
  • Edición

    04/23

  • Ubicación

    Florence / Italy

  • Fotografía

    Mattia Zoppellaro

Moderno, elegante y sincero, así es el estilo italiano. Con Albiera Antinori y sus hermanas Allegra y Alessia, por primera vez en seis siglos son mujeres las que dirigen Marchesi Antinori. GG se reunió con la presidenta de la empresa vinícola más famosa de Italia para una entrevista.

Estamos sentadas en el exterior del concurrido restaurante Cantinetta Antinori, situado en el palacio familiar de Florencia. «Básicamente, en el jardín de mis padres», dice Albiera Antinori y nos explica que, hasta hace pocos años, nadie en la familia habría imaginado jamás abrir a los huéspedes el histórico patio del palazzo Antinori, adquirido por la familia en 1506 y en el que aún viven sus padres. Pero los tiempos han cambiado: la 26.ª generación de la famosa familia de viticultores se ve obligada a pensar de forma creativa.

Abrir las puertas es uno de los pasos cruciales para lograr un buen puesto de salida para la carrera hacia el futuro de esta empresa tradicional. El momento parece propicio: por primera vez en los más de seiscientos años de actividad de Marchesi Antinori hay tres mujeres al frente del famoso imperio vinícola: Albiera Antinori y sus hermanas, Allegra y Alessia, ambas en el cargo de vicepresidentas. Albiera Antinori, presidenta de la empresa familiar, acude a la entrevista visiblemente apurada y bajo presión. Su prisa se debe a los complejos preparativos de las bodas de sus dos hijos, Verdiana y Vittorio, previstas con solo ocho semanas de diferencia. Ambos participan activamente en la empresa familiar, afirma Albiera con cierto orgullo maternal.

GG: Signora Antinori, ¿cómo se consigue entusiasmar durante 26 generaciones a los propios hijos con el negocio familiar? En una empresa como a suya, ¿la pasión por el vino es hereditaria?
Albiera Antinori (se ríe): El sector vitivinícola es un mundo tan maravilloso que es inevitable enamorarse de él, sobre todo porque está ligado a un paisaje de ensueño y a un producto fabuloso. Además, está el hecho de que en una empresa familiar todo el mundo tiene la oportunidad de aportar su granito de arena. Si alguien no muestra mucho interés por la agricultura, y en cambio se entusiasma con las finanzas, ese know-how también es bienvenido.

La moderna bodega Antinori nel Chianti Classico.

GG: Desde hace unos años usted dirige la bodega y determina, con el apoyo de sus hermanas, la suerte de una empresa que durante más de seis siglos ha estado en manos exclusivamente de los herederos varones. ¿Cómo es posible que Marchesi Antinori haya elegido ahora a tres mujeres como gerentes?
AA (se ríe): A mi padre no le quedó otra, ¡solo tiene tres hijas! De modo que no había alternativa. Yo, la mayor, empecé a trabajar en la empresa muy pronto, a los 18 años. Por lo tanto, este relevo no se produjo un día concreto, fue un proceso paulatino. Hoy hay incluso tres generaciones integradas en la compañía, lo cual es bueno porque mis hijos siguen teniendo la oportunidad de aprender algo de su abuelo.

Nota de la Redacción: El marqués Piero Antinori, el padre de Albiera, es a sus 85 años una leyenda viva entre los amantes del vino. La bodega fue fundada en 1385 por Giovanni di Piero Antinori, pero su fama mundial se debe al coraje emprendedor del actual marqués: en los años setenta, Piero Antinori experimentó con ensamblajes de distintas variedades de uva hasta entonces impensables, creando vinos legendarios como el Tignanello o el Solaia, apodados por la prensa anglosajona los Super Tuscans. Un paso que revolucionó el panorama de la viticultura y de la enología en Italia, al tiempo que la familia Antinori se ganó un alto reconocimiento. Hoy, Marchesi Antinori factura 240 millones de euros al año.

GG: ¿Fue la producción de los primeros vinos Super Tuscans, bajo la dirección de su padre, lo que determinó el éxito internacional de la empresa?
AA: Sí, podría decirse que él fue quien selló el destino de la familia cuando regresó a finales de los años sesenta de sus viajes por todo el mundo. Se había marchado para entender lo que se cocía en el campo vitivinícola a nivel internacional. Volvió con la certeza de que era posible y deseable cultivar variedades extranjeras y mezclarlas con nuestras uvas tradicionales, creando así nuevos vinos muy interesantes. Fue un momento marcado no solo por una fuerte innovación del producto, sino también por un profundo arraigo a la tradición. Estos nuevos vinos maduran en barricas más pequeñas, ya no durante dos años, sino durante 14-16 meses, tomando el nombre de los viñedos y ya no de la familia. Sí, ¡fue el nacimiento de los Super Tuscans! De repente nos dimos cuenta de que podíamos producir vinos de alta calidad aquí en Italia que eran apreciados a escala internacional. Esto despertó y activó el mundo de la viticultura, lo que dio lugar a la producción de varios Super Tuscans en los alrededores. El objetivo de mi padre siempre ha sido aprovechar al máximo el potencial de su tierra para producir el mejor vino posible. En los últimos cuarenta o cincuenta años, la calidad de los vinos no ha dejado de evolucionar.

Vinos espectaculares: con 22 millones de botellas vendidas cada año, Antinori es la empresa vinícola privada más grande de Italia.

GG: Usted demostró un coraje empresarial parecido cuando, a principios de la década de 2000, encargó al estudio Archea Associati el diseño de la bodega Antinori nel Chianti Classico, situada a cuarenta minutos en coche de Florencia: un espectacular edificio contemporáneo, enclavado en el viñedo, en claro contraste con los terrenos tradicionales de la zona. Mi primer pensamiento al ver el imponente edificio y el museo fue: la familia Antinori se abre al mundo, invitándonos a compartir su historia.
AA: Hay que decir que ya existían realidades parecidas a principios de los años 2000 en otros lugares, como en el valle de Napa. Sin embargo, en lo que respecta a Italia, se trataba de una novedad absoluta: un lugar donde el visitante descubre cómo se elabora un vino. En aquel momento, nos dimos cuenta de la creciente curiosidad por parte de nuestros clientes, que ya no solo estaban interesados en visitarnos, sino que también querían comprender en detalle cómo se producen nuestros caldos.

GG: Cuando hemos visitado juntos la bodega, me habló de las fuertes críticas al principio y de las pocas personas que creyeron en su proyecto. Hoy, la admiran por su visión.
AA: Necesitábamos un espacio muy grande, pero entre las casas históricas y tradicionales no había ninguna capaz de albergar a las 160 personas que trabajan aquí a diario, por no hablar de los 40 000 turistas que visitan la bodega cada año. Me negué a construir un edificio de imitación del siglo XV, así que la única solución viable era una nueva construcción de estilo contemporáneo. Queríamos conseguir la máxima eficiencia con una estética atemporal, ya que este edificio está destinado a sobrevivir a las décadas venideras, representando a la marca Antinori durante mucho tiempo.

Una megaconstrucción armoniosamente incrustada entre los viñedos: la bodega Antinori nel Chianti Classico.

GG: En su museo se expone un libro de gran tamaño que contiene la reproducción de una página del testamento de sus antepasados. En ella está escrito en letras grandes que la propiedad de los Antinori solo puede transmitirse a herederos varones.
AA (sonríe): Sí, así era en aquella época, pero afortunadamente los tiempos están cambiando poco a poco. En los últimos cuarenta años se ha producido una notable evolución. Hoy, muchas empresas tienen al menos una mujer en el consejo de administración, al igual que las grandes compañías que cotizan en bolsa. En Italia hay ahora una ley que estipula un determinado porcentaje de mujeres para cada empresa. Sigo perteneciendo a una generación de transición, ya que mi formación no incluyó estudios universitarios específicos con las diversas ambiciones que conllevan. Mi hija, que ahora tiene 29 años, tuvo una educación mucho más centrada. También es una persona tenaz y orientada a la carrera, como sus hermanos. Sin embargo, estoy convencida de que, aquí en Italia, los hombres deberían apoyar aún más a las mujeres, sobre todo cuando deciden tener hijos juntos. Solo cuando entiendan que tienen que compartir las tareas domésticas al cincuenta por ciento tendremos verdadera igualdad, en mi opinión.

GG: Una concienciación que en Estados Unidos está más extendida desde hace tiempo. AA: Pero no aquí, ni en otros países latinos...

GG: ¿Este cambio, el de que las mujeres estén ganando terreno, se nota también entre sus consumidores? ¿Muestran las mujeres el mismo interés por los buenos vinos que los hombres? Y si es así, ¿cómo se ref leja esto en su comportamiento? Hasta la fecha, no he conocido a ninguna mujer que me haya enseñado su bodega y sus mejores vinos con el mismo orgullo que sigue imperando entre los hombres.
AA (se ríe): Sin embargo, vemos que cada vez hay más mujeres que saben mucho de vinos. De hecho, a menudo son ellas mismas las que compran el vino para la familia, sobre todo los blancos y rosados.

Marchesi Antinori es la mayor empresa vinícola italiana en manos privadas. Al frente, tres hermanas

GG: ¿Recuerda algún momento de su vida en el que sintiera que ser mujer en este negocio era más difícil de lo que pensaba? ¿Cuándo la gente se sorprendió de no estar tratando con un hombre?
AA: La verdad es que no. Solo hubo una vez en la que fui a comprar uvas para la empresa a un antiguo proveedor con puntos de vista más tradicionales. Se mostró un poco reticente a firmar el contrato conmigo, ya que en aquella época yo era aún bastante joven. Pero así son las cosas: a veces se pierde, a veces se gana.

GG: Cuando se reúnen con ocasión de las celebraciones familiares tres generaciones alrededor de una mesa, ¿qué ocurre? ¿Se dan momentos en los que las visiones tradicionales y algo anticuadas de la gestión empresarial chocan con ideas radicales e innovadoras?

AA: ¡Por supuesto! Pero para mí son los momentos más emocionantes, con discusiones cargadas de dinamismo. Como hace poco, cuando mi padre discutía con mi hijo los pros y los contras de introducir la semana laboral de cuatro días. Escuché fascinada y pensé que ambos tenían razón. Al fin y al cabo, mi padre está jubilado, pero acude a la oficina todos los días, lo cual me parece bien porque da una gran estabilidad a la empresa.

GG: ¿Qué le resulta hoy más motivador, el reto de entregar una empresa saludable a la próxima generación o la posibilidad de realizar sus propias ideas y visiones?
AA: Es una mezcla. Cuanto más antigua es una empresa, más fuerte es el sentimiento de tener la responsabilidad de salvaguardar lo que la generación anterior nos ha legado. A esto se añade la conciencia de que para dirigir una bodega se requiere tiempo y paciencia. De hecho, me sigue sorprendiendo la gente que invierte en el negocio del vino y exige recuperar su dinero a los diez años, eso sí, embolsándose la fama. No es así como funcionan las cosas.

GG: Su compañía no solo es una de las bodegas más antiguas de Italia, sino también una de las más grandes en manos privadas. Cada año vende 22 millones de botellas en todo el mundo. ¿Cuáles son sus mercados de mayor éxito?
AA. El mayor mercado es Italia, seguido de EE. UU., Alemania y otros países europeos como Suiza, Austria o Gran Bretaña. También solíamos vender mucho vino a Rusia y Ucrania, pero eso fue antes de la guerra. Por alguna extraña razón, nuestros negocios con China están aún en pañales y progresando muy despacio.

GG: ¿A qué se debe?
AA. A diferencia de los coreanos, emocionalmente muy apegados a nuestro país, y amantes de nuestra cocina y de nuestros vinos, los chinos son menos abiertos. El mejor vehículo para los vinos italianos es la cocina italiana. En consecuencia, los restaurantes italianos actúan como vehículo para dar a conocer nuestro vino. Por esta razón hemos abierto filiales de nuestro restaurante florentino, Cantinetta Antinori, en Zúrich, Montecarlo y Viena.

La bodega Antinori nel Chianti Classico es un espectacular edificio que atrae a unos 40 000 visitantes cada año.

GG: De los restaurantes se ocupa su hermana Allegra, mientras Alessia se encarga de las actividades en torno al arte. ¿Qué tal se trabaja codo con codo con las hermanas, es siempre armónico?
AA: Evidentemente, no siempre estamos de acuerdo. Pero al final, lo que cuenta es el interés de nuestra empresa. A eso hay que sumar que somos mujeres, y como tales el ego no se nos interpone tanto como muchas veces a los hombres.

GG ¿Cuáles son los princicpales retos a los que se está enfrentando ahora mismo?
AA: Actualmente estamos experimentando una tendencia en auge, por lo visto procedente del norte de Europa. Parece que estamos entrando en una nueva era de la prohibición, con gente tan concienciada con la salud que aboga por el consumo cero de alcohol. Tenemos que afrontarlo de la misma manera que afrontamos el cambio climático que está dañando nuestros viñedos, desde la falta de lluvia hasta los periodos de calor extremo. Siempre habrá nuevos retos, y es nuestro trabajo preparar a la próxima generación para que un día se enfrente a ellos. Significa formar bien a los jóvenes, para que estén listos para tomar el relevo cuando llegue el momento. Pedimos a todos los miembros de la familia interesados en incorporarse a la compañía que obtengan un máster y trabajen para empresas externas durante cierto tiempo. De lo contrario, todos los esfuerzos de mi padre, mis hermanas y míos serían en vano.

GG: Suena como si estuviera segura de que Marchesi Antinori seguirá siendo una empresa familiar en los próximos años...
AA: Lo aseguramos en 2012 mediante la creación de un trust que no se disolverá hasta dentro de noventa años. Así que no hay riesgo de que la empresa se venda o se divida.

GG: En este negocio, ¿envejecer —como un buen vino— ayuda?
AA (se ríe): ¡Sin duda alguna! Nuestros socios saben que producimos vino desde hace mucho tiempo, siempre con transparencia y sin aires de grandeza. Seguimos nuestro lema hasta el final: lo que ves es lo que hay.

«¡Los momentos más emocionantes surgen cuando todas las generaciones discuten entre sí!». ALBIERA ANTINORI

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